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15.8.10





Con 16 años ya había leído a Blake y Nietzsche, obsesionado con Elvis y matriculado en 3 universidades diferentes. Se definía a si mismo como una persona oscura y solitaria, un poeta, ese era Jim Morrison. Nunca había dado una clase de canto y en sus primeras actuaciones cantaba de espaldas al público por verguenza. Él le pone el nombre al grupo, The Doors, en honor a un poema de William Blake, convierte sus poemas en canciones con base en el jazz y el blues, hacen música extraña y surrealista en la que Jim es el protagonista indiscutible. Le encanta ser el centro de atención, es sumamente inteligente. Sabe bien que es un artista, un revolucionario que sabe mover a las masas y se deja llevar en el escenario con un ritmo frenético, casi obsceno, como un chamán que empuja al público a sumergirse en el rito que se va a llevar a cabo esa noche. Se deja llevar por los psicotrópicos y el alcohol como todos sus colegas, con la muerte de Jimmy Hendrix y Janis Joplin sabe que él será el siguiente. Y así fue, a los 27 años, en París, en extrañas circunstancias.

Nunca me he considerado mitómana, pero sí es verdad que la historia de ese guaperas que escribía poesía y gritaba como nadie me apasiona y cada vez que escucho "Light my fire" es inevitable que no me mueva y baile desnuda por toda la habitación. La música de los sesenta era auténtica, y Jim Morrison lo era.

Todo esto viene porque ayer vi el documental sobre The Doors "When you're strange: a film about The Doors". Muy bien documentado (no como la película que sacó Oliver Stone), con buenas imágenes de conciertos y entrevistas y estupendamente narrado por Johnny Depp. Recomiendo verlo no solo a aquellos que sean fans del grupo o de Morrison, sino a todo el mundo que le interese la música y la historia.





¡Viva el rey lagarto!

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